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Reproducimos un interesante artículo de Emilio López Bastos, publicado en su blog por Sylvia de Béjar. Al final del mismo también enlazamos con una intervención en la cadena ser de esta sexóloga, a propósito de este tema.
¿Nos convierte en homosexuales una fantasía?
Rotundamente no. Incluso más allá, tampoco nos convertiría en homosexuales una práctica sexual puntual con una persona de nuestro mismo sexo. De la misma manera que por el hecho de que un vegetariano se coma un día una chuleta no deja de serlo. Las razones de esta confusión se encuentran en las raíces de nuestra cultura patriarcal heterosexual militante. Siguiendo con el ejemplo del vegetariano, sería aplastado por la cultura porque si un día fue visto comiendo carne “eso no es ser vegetariano ni es ser nada”, o sea, en términos absolutos, opuestos y excluyentes.
Rotundamente no. Incluso más allá, tampoco nos convertiría en homosexuales una práctica sexual puntual con una persona de nuestro mismo sexo. De la misma manera que por el hecho de que un vegetariano se coma un día una chuleta no deja de serlo. Las razones de esta confusión se encuentran en las raíces de nuestra cultura patriarcal heterosexual militante. Siguiendo con el ejemplo del vegetariano, sería aplastado por la cultura porque si un día fue visto comiendo carne “eso no es ser vegetariano ni es ser nada”, o sea, en términos absolutos, opuestos y excluyentes.
En términos de orientación del deseo lo fundamental es entender cuál es la tendencia predominante de nuestra atracción por las personas. Es posible que la mayoría de las veces me atraiga el sexo con personas del sexo opuesto y por el hecho de que pueda tener fantasías o algún encuentro homosexual no me convierto en homosexual ni dejo de ser heterosexual, igual que el abstemio no bebe nunca y tomar un vino de vez en cuando no me convierte en bebedor (y mucho menos alcohólico).
Es importante escapar de las etiquetas y no basar nuestra
identidad sexual por identificación o pertenencia a un modelo externo que
compartan conmigo muchas personas. Cada uno de nosotros es un complejo mundo de ideas, creencias,
sentimientos, valores, sensaciones, etc., que hacen que la sexualidad sea una
forma de ser y estar en este mundo personal e intransferible, es decir que lo que me seduce y provoca mi
deseo define mi manera única, particular y peculiar de vivir mi sexualidad.
¿Por qué hay que ponerle nombre, por ejemplo, en su orientación
sexual a una persona que se sienta atraído por transexuales no operados?
Alguien así, que comparta su intimidad con una persona con identidad de mujer,
con pecho de mujer pero con genitales de hombre no tiene porqué recibir una
etiqueta que lo defina como algo distinto a los demás… ¿o distinto a lo normal? Son
muchas las personas que acuden a la consulta de un especialista para saber (y
así sentirse seguras) si lo que les pasa es normal.
En numerosas ocasiones nos encontramos con situaciones en las
que comprobamos que es más tolerada, admitida e incluso potenciada la práctica
homosexual entre mujeres. En el terreno de la fantasía sexual es de las que se
coloca en primer lugar entre los hombres y no en pocas mujeres. Esto hace que
sean bastantes menos las mujeres que se cuestionan su orientación sexual. El
varón heterosexual nunca caería ni siquiera en un sueño homoerótico. Cuando esto
último ocurre también pueden entrar en una dolorosa crisis de identidad, porque
pierden ese sentimiento de pertenecer al grupo que creen que es el normal,
dejan de saber quiénes son, lo que son y pierden su capacidad para definirse
sexualmente a sí mismos dentro de una categoría y acaban entrando en procesos
que han terminado incluso en intentos de suicidio.
Existe una dimensión que explicaría estos estados intermedios
entre las “etiquetas” excluyentes que impone la cultura. Pongo un par de
ejemplos antes de explicarlo. En las pelis porno heterosexuales solemos encontrarnos con
escenas recurrentes. Existen escenas lésbicas (nunca gays) y de tríos… En el
caso de que una escena incluya dos mujeres y un hombre, ellas interactúan entre
sí; pero si son dos hombres con una mujer pueden pasar dos cosas: entre los
hombres o ni se miran o si existe estimulación y contacto directo entre ellos,
la película se califica de “porno bisexual”. Asimismo en la mayoría de los
locales de intercambio de pareja se facilita la interacción física entre
mujeres pero no está permitido que un hombre busque sexualmente a otro, lo que
los convierte, de hecho, en locales de intercambio heterosexual masculino.
Estos ejemplos vienen a explicar la forma en que nuestra cultura excluye la bisexualidad: crea categorías
cerradas y excluyentes, tomando como “aceptables” las prácticas femeninas y
despreciando absolutamente todas aquellas en que los hombres se salgan del
modelo heterosexual exclusivo y universal. El lesbianismo en este panorama queda
silenciado y de lo que no se habla no existe. Estrategias como la educación, el
mito universal del instinto maternal o la inclusión de las relaciones entre
mujeres en la fantasía erótica masculina, aseguran que la homosexualidad
femenina quede minimizada.
Eso en cuanto al aspecto de la orientación sexual (del deseo).
En lo que respecta a la fantasía sexual, nos encontramos con un aspecto
igualmente reprimido y condenado. Lleva al extremo del cuestionamiento no
solamente de la orientación sexual como veíamos más arriba, sino cualquier tipo
de vivencia que salga del modelo genitalizado y coitocéntrico, o sea, el
centrado en la obtención de placer sexual exclusivamente a través de los
genitales y la penetración (ni juego, ni caricias, ni fantasía) o del modelo
del amor romántico. Por ejemplo, imaginar que estás con otra persona se condena
como infidelidad, imaginar una relación en un parque público como
exhibicionismo y un largo etcétera que reprimen de tal manera nuestro mundo
interior (ese tan rico, variado, potente, vivo… que ha hecho evolucionar a la
humanidad) que lo más habitual es que cualquier persona pueda afirmar no tener
fantasías o tenga miedo de contar o compartir sus fantasías con nadie, ni
siquiera con la persona con la que ha vivido y construido una vida en común
durante años.
Si quieres escuchar la intervención de Sylvia de Béjar en el programa Hoy por Hoy de la cadena Ser, hazlo aquí...
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