Una de las más
viejas aspiraciones humanas es la de llegar a conocerse a uno mismo, ya Tales
de Mileto, hace más de 2500 años, afirmaba que, conocerse a sí mismos, es
una de las cosas más complicadas a la que nos enfrentamos los seres humanos a
lo largo de toda nuestra vida. No se trata, lógicamente, de una tarea fácil y
con frecuencia renunciamos a este conocimiento, lo cual, a la larga produce un
sinfín de complicaciones y de problemas de los que a veces salimos bien parados
y en otras ocasiones salimos disparatados. Este conocimiento de nosotros mismos
es fundamental para alcanzar estabilidad emocional y equilibrio psicológico.
Para conocernos hemos de saber observarnos, es
decir, asomar la cabeza un poco por encima de lo que nos está ocurriendo, para
adquirir una mejor conciencia de cómo somos y de cómo funcionamos ante lo que
nos pasa. Esto significa separarnos de nuestra subjetividad para vernos con la
distancia suficiente como para que seamos plenamente conscientes de nuestras
aptitudes y de nuestras limitaciones, así como algo tan determinante para
nuestra adaptación social y nuestra relación con los demás, como es saber
interpretar nuestros sentimientos.
En realidad el
conocimiento de uno mismo suele ser más una aspiración que una realidad. El
intento por conocernos mejora es una acción permanente que suele durar toda
nuestra vida y requiere un trabajo diario que se ha de realizar instante a
instante. Parece a simple vista algo difícil eso de conocerse a uno mismo,
pero, como casi todo, depende de la persona y del saber acumulado por esta; el
ser humano puede llegar a conocerse a sí mismo casi por completo y sabe
adaptarse a los cambios que producen esas nuevas facetas interiores que nos son
desconocidas, propias del desarrollo psicológico evolutivo. El conocimiento de
nosotros mismos es decisivo para orientarnos por la vida.
La clave para alcanzar este tipo de conocimiento la
encontramos en la inteligencia emocional, la conciencia de uno mismo es la
habilidad necesaria para controlar
nuestros sentimientos y adecuarlos a las circunstancias del momento. Las
personas que carecen o no desarrollan esta habilidad, se enfrentan
constantemente con tensiones desagradables que desestabilizan y atormentan su
estado interior. Quienes tienen o aprenden esta habilidad se recuperan más
rápido de los reverses de la vida. Para conocerse a sí mismo es necesario, por
tanto, ser consciente y trabajar en dos planos de la realidad que parecen a
primera vista separados pero que, en realidad son uno solo: nuestro interior,
observándonos y analizándonos, y la realidad del contexto en el que nos
desenvolvemos, nuestro comportamiento, nuestros logros, lo que los demás opinan
de nosotros, en tanto que nos aporta una objetividad, constituyendo una valiosa fuente de información
sobre nuestra propia realidad.
Como sostenemos desde el principio de este
artículo, conocerse a uno mismo es absolutamente imprescindible para el
adecuado equilibrio psicológico y la correcta maduración de la personalidad. Si
conocemos nuestras aptitudes, podemos desarrollarlas; si conocemos nuestros
defectos y limitaciones, nos será más fácil corregirlos. Conocernos a nosotros
mismos es un paso de gigante hacia la consecución de nuestros objetivos y la
evitación de frustraciones.