2013/08/10

Encantado de Conocerme



Una de las más viejas aspiraciones humanas es la de llegar a conocerse a uno mismo, ya Tales de Mileto, hace más de 2500 años, afirmaba que, conocerse a sí mismos, es una de las cosas más complicadas a la que nos enfrentamos los seres humanos a lo largo de toda nuestra vida. No se trata, lógicamente, de una tarea fácil y con frecuencia renunciamos a este conocimiento, lo cual, a la larga produce un sinfín de complicaciones y de problemas de los que a veces salimos bien parados y en otras ocasiones salimos disparatados. Este conocimiento de nosotros mismos es fundamental para alcanzar estabilidad emocional y equilibrio psicológico.
Para conocernos hemos de saber observarnos, es decir, asomar la cabeza un poco por encima de lo que nos está ocurriendo, para adquirir una mejor conciencia de cómo somos y de cómo funcionamos ante lo que nos pasa. Esto significa separarnos de nuestra subjetividad para vernos con la distancia suficiente como para que seamos plenamente conscientes de nuestras aptitudes y de nuestras limitaciones, así como algo tan determinante para nuestra adaptación social y nuestra relación con los demás, como es saber interpretar nuestros sentimientos.
En realidad el conocimiento de uno mismo suele ser más una aspiración que una realidad. El intento por conocernos mejora es una acción permanente que suele durar toda nuestra vida y requiere un trabajo diario que se ha de realizar instante a instante. Parece a simple vista algo difícil eso de conocerse a uno mismo, pero, como casi todo, depende de la persona y del saber acumulado por esta; el ser humano puede llegar a conocerse a sí mismo casi por completo y sabe adaptarse a los cambios que producen esas nuevas facetas interiores que nos son desconocidas, propias del desarrollo psicológico evolutivo. El conocimiento de nosotros mismos es decisivo para orientarnos por la vida.
La clave para alcanzar este tipo de conocimiento la encontramos en la inteligencia emocional, la conciencia de uno mismo es la habilidad necesaria  para controlar nuestros sentimientos y adecuarlos a las circunstancias del momento. Las personas que carecen o no desarrollan esta habilidad, se enfrentan constantemente con tensiones desagradables que desestabilizan y atormentan su estado interior. Quienes tienen o aprenden esta habilidad se recuperan más rápido de los reverses de la vida. Para conocerse a sí mismo es necesario, por tanto, ser consciente y trabajar en dos planos de la realidad que parecen a primera vista separados pero que, en realidad son uno solo: nuestro interior, observándonos y analizándonos, y la realidad del contexto en el que nos desenvolvemos, nuestro comportamiento, nuestros logros, lo que los demás opinan de nosotros, en tanto que nos aporta una objetividad, constituyendo una valiosa fuente de información sobre nuestra propia realidad.
Como sostenemos desde el principio de este artículo, conocerse a uno mismo es absolutamente imprescindible para el adecuado equilibrio psicológico y la correcta maduración de la personalidad. Si conocemos nuestras aptitudes, podemos desarrollarlas; si conocemos nuestros defectos y limitaciones, nos será más fácil corregirlos. Conocernos a nosotros mismos es un paso de gigante hacia la consecución de nuestros objetivos y la evitación de frustraciones.