La nomofobia es ese
fenómeno obsesivo por el cual se nos crea una necesidad compulsiva de
estar las 24 horas conectado al Smartphone o al Tablet y que se expresa como
una manifestación fóbica por el miedo a dejar de estar conectados
permanentemente. La obsesión nomofóbica surge del estrés que provoca llevar
hasta sus últimas consecuencias el concepto “inmediatamente”. El nomofóbico
vive es un estado de presión sinfín, en un bucle que retroalimenta con su
comportamiento compulsivo, porque en estos dispositivos se encuentra, en
demasiados casos, gran parte de nuestras vidas. Muchas de nuestras emociones
están contenidas en los tipos de relaciones que mantenemos mediante los
dispositivos tecnológicos que nos permiten estar enchufados a las Redes
Sociales, a las diversas plataformas de mensajería instantánea, a los juegos, a
la música o a la imagen digitalizada.
¿Estamos ante la posibilidad de que en determinadas
personalidades, este tipo de ansiedad genere un trastorno obsesivo –
compulsivo?
Por lo pronto, si somos de esas personas que no vamos
a ninguna parte sin nuestro teléfono móvil o celular, si dormimos con él y lo
primero que hacemos al despertar es revisarlo, si comemos con él, si no somos capaces ni de hacer nuestras
necesidades fisiológicas sin llevarlo con nosotros, si nos da miedo dejarlo en
cualquier lugar de la casa al cual no podríamos acceder a tiempo en caso de que
sonase una llamada; entonces sabemos que tenemos un problema. Es congruente
pensar, desde una óptica clínica, que si gradualmente estos comportamientos se
van agudizando en nosotros, algunos podremos acabar en la antesala del
Trastorno obsesivo-compulsivo, o padeciéndolo directamente. Esto dependerá de
nuestra vulnerabilidad a los factores estresantes y desencadenantes de estos
comportamientos. Por otro lado, si tenemos en cuenta que es la población
adolescente la que está más expuestas a los efectos de la nomofobia, y teniendo
en cuenta que el curso de los trastornos fóbicos y compulsivos suelen tener su
inicio en estas edades tempranas de nuestro ciclo vital, el riesgo de
convertirnos en verdaderos obsesos del móvil se multiplica exponencialmente.
¿Estaremos, en todo caso, expuestos a una conducta
adictiva?
La adicción al teléfono móvil es, para según quién, la
enfermedad del siglo XXI. Desde el punto de vista de la psicología del
consumidor, la dependencia de este tipo de productos genera ataques de
ansiedad, pánico e irritabilidad, es decir, la sintomatología propia de un
consumidor compulsivo, en este caso sustentada en una relación no utilitaria
con el Smartphone o la Tablet, que no sólo considera el acaparamiento de tiempo
en detrimento de otras tareas familiares, sociales o laborales, sino en las
causas y repercusiones que tiene su uso. El grado de adicción psicológica que
supone esto es demoledor, porque nos encontramos ante el derrumbe de los hábitos promovidos por necesidades adaptadas,
por preferencias y por gustos, para situarnos en la cuerda floja del ritual
compulsivo, de la precariedad del ánimo, del deterioro de las habilidades
sociales, etc. Estamos, en consecuencia ante una adicción compulsiva cuando se
producen estos casos tan extremos; es habitual que en las personas que ya
padecen este problema encontremos, al igual que lo hacen los adictos al alcohol
o a las drogas, un amplio abanico de excusas y justificaciones del consumo
compulsivo, así como de tratar de culpar a otros de las consecuencias de sus
propios actos.
Como en casi todas las adicciones y conductas
compulsivas se aprende de las recaídas. En general los hábitos compulsivos se
pueden cambiar, si bien es necesario entender desde el principio, la
absolutamente necesidad de aprender a gestionar nuestros estados de ánimo,
evitar los desencadenantes de la conducta y cultivar otros nuevos métodos de
relación y de relajación que puedan compatibilizar con la lógica utilización de
la telefonía móvil.