2015/03/21

Hábitos de mala calidad sexual masculina

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Ausencias de caricias 

Una relación sexual basada en la penetración es monótona y precaria. Por lo general, los hombres que van directos al coito son muy malos amantes. Cuando el varón no sabe acariciar a su pareja, especialmente a su pareja femenina (las mujeres, en general, gustan de caricias y roces generosos por todo su cuerpo). Muy pocos son los hombres que no saben esta necesidad de la mujer para funcionar bien en las relaciones sexuales, por lo que cuando no somos capaces de satisfacer esta necesidad, contribuimos al deterioro general de la relación.


Pero, ¿a qué se debe que muchos hombres no se diviertan y exciten acariciando a sus parejas?

Las razones pueden ser diversas y algunas complejas, pero lo habitual es que esta falta de hábito venga determinada por aprendizajes culturales y psicosociales. La formación estrictica en aspectos moralistas e ideológicos en los que el hombre es dominador y receptor y la mujer es monologuísta en eso del dar y del no recibir; es decir, el hombre está programado culturalmente para satisfacer sus propias necesidades, mientras que la mujer lo está con mucha menos libertad y derecho para sentir. Hoy por hoy, las culturas dominantes continúan siendo sexistas y estereotipadas. En otros casos, el consumo de pornografía se relaciona con la disminución del deseo sexual físico y emocional por la pareja a nivel neuronal. Existe evidencia de que la pornografía afecta la libido de los hombres de manera perjudicial. También ha tenido una incidencia en los comportamientos masculinos carentes de caricias, la estigmatización de la masturbación. En el domicilio familiar los adolescentes y jóvenes adultos practican una masturbación contrarreloj, carente de preámbulos y de pensamientos focalizados en la penetración o la felación. Estas conductas a veces suelen continuarse en las relaciones de pareja. Afortunadamente mucha de nuestra juventud crece hoy comprendiendo y practicando el lenguaje de las caricias como un diálogo.


Rutina posicional

La rutina es una de las causas más comunes en las separaciones de pareja, provoca fracasos amorosos fulminantes entre los jóvenes y un hastío insoportable entre parejas de largo recorrido. Una relación sin sorpresas, si cierto misterio romántico, sin detalles tiene dificultades para mantener una continuidad satisfactoria. Si a esto le sumamos la rutina sexual, el problema se agiganta considerablemente. Ocurre que la falta de preámbulo y de caricias se continúa con una posición de coito tradicional casi mecanizada, como el misionero o el “ponte tu arriba”, que pueden acabar concluyendo con el fingimiento del orgasmo. En los varones, esta rutina viene también mediada por una cuestión cultural, las fantasías y las travesuras las contempla como territorio para amantes, más que para esposas y madres, que es contemplada desde una perspectiva casi asexual. Naturalmente esta cultura impuesta también afecta a la mujer, que vive un rol sexista de cumplir con “una obligación inapetente”, que no hace otra cosa que perpetuar la monotonía de la sexualidad.

Miedos




Hombres y mujeres no escapan de poder ser calificados como “malos en la cama”, una de las razones tiene que ver con los miedos a comunicar las emociones y los deseos. Incluso con una excelente atracción sexual tiende a desinflarse si no aprendemos a conocer lo que nos gusta y aprender lo que le gusta a la pareja. Este problema de comunicación puede conllevar a lo que se conoce como síndrome del cansancio afectivo; las rutinas antes señaladas dificultan el acercamiento necesario para mejorar la comunicación y para que cada uno se enriquezca con las diferencias del otro. La ignorancia de los gustos, apetencias y necesidades del otro miembro de la pareja esquiva la complicidad. La complicidad en las relaciones sexuales y de pareja, como en casi todo en la vida, es imprescindible para sentir que jugamos juntos en el mismo equipo.