El sueño
cumple una función reguladora y reparadora en nuestro organismo. Sobre todo es esencial
para el control de la energía y la temperatura corporal. El sueño reabastece y
restaura los procesos corporales que se han deteriorado durante el día. Se sabe
que descansar menos deteriora la calidad de vida, reduce la productividad
laboral y aumenta el riesgo de sufrir problemas físicos y psicológicos. Pero
poco se ha descrito sobre los efectos sobre la vida sexual de esta problemática.
Los
mecanismos del sueño están muy relacionados con la regulación de la sexualidad.
Todos hemos pasados por trastornos de sueño en nuestra pubertad y en más de una
ocasión quisimos ponerle remedio al insomnio mediante la autosatisfacción de
nuestras necesidades sexuales. A veces lo conseguimos y a veces no. La abstinencia
sexual en edad adulta es también causa de insomnio, sobre todo si es inhabitual
y no deseada. En el hombre la eyaculación precoz y la disfunción eréctil
(impotencia), generalmente, son causas de insomnio, debido a la angustia que
supone y el temor a fracasos ulteriores
y es en sí origen de la persistencia de los trastornos. En la mujer la
causa más común de pérdida del sueño que se puede relacionar con la sexualidad
es la menopausia, aunque en realidad lo que a muchas mujeres les quita el
sueño, no son los cambios fisiológicos propios de esta etapa, sino los
pensamientos negativos de pérdida de la feminidad que algunas experimentan. En cualquier
caso, la pérdida de sueño es una
consecuencia clásica de los conflictos psicológicos, entre ellos, naturalmente,
los que nos producen nuestras relaciones sexuales. El insomnio es un factor de
gran influencia sobre la disminución del deseo sexual, la estrecha relación
entre la calidad del sueño y la satisfacción sexual ha sido demostrada en
multitud de investigaciones. Cuando dormimos mal sufrimos una caída enorme de
la intensidad orgásmica, debido a la alteración de la producción hormonal, la
secreción de fluidos y la poca lubricación provocada por la deprivación del
sueño.