La adrenalina tiene un papel importante en el miedo, produciendo una serie de cambios en el cuerpo, que se tiene que preparar ya sea para huir o para enfrentarse a las condiciones de estrés, angustia y ansiedad exagerada que nos provoca una situación de miedo terrorífico. El corazón late más rápido, y la tensión arterial aumenta, los vasos sanguíneos de los órganos importantes se ensanchan, mientras que los más pequeños pierden riego por unos instantes (por eso nos podemos quedar pálidos), entra más oxígeno en los pulmones, se detiene el movimiento intestinal, aumenta la glucosa en sangre, e incluso se dilatan las pupilas. Estamos preparados para hacer cualquier esfuerzo que en una situación normal sería más difícil de realizar. Pero posiblemente el efecto más letal de la adrenalina se da a nivel del corazón, ya que en dosis altas puede llegar a provocar un paro cardíaco. Así, una persona no puede morir directamente de miedo, sino debido al fallo de su corazón por un exceso de esfuerzo. Lo mismo ocurre en el reino animal, aunque curiosamente algunos animales son más propensos que otros a morir en situaciones de miedo extremo, como los cobayas, los conejos o los ratones.
Afortunadamente los humanos sólo "moriríamos de miedo" en el caso de que padeciéramos algún problema cardíaco. Un corazón sano no debería tener ningún problema, ya que nace preparado para asumir momentos de estrés.