En un artículo que leía hace poco, el profesor de
psicología Arun Mansukhani,
subdirector del Instituto Andaluz de Sexología y Psicología, comentaba
que, lo que subyace a la dependencia emocional es el miedo a quedarse solo o
sola. En ese mismo artículo,
el doctor Cabello, director del citado instituto, considera la dependencia
emocional como una adicción, como “un
amor desequilibrado donde se ama demasiado al otro/a y demasiado poco a uno
mismo”.
Sin duda, la dependencia emocional se
manifiesta a través de una conducta de voracidad afectiva que consume a la
persona y a las personas que la rodean, al amante, a los hijos, a los padres, a
los amigos, a sus aficiones, a su trabajo y a todo aquello que se interponga en
medio de su amor patológico. La tendencia a la exclusividad exagerada es, en
consecuencia, la característica más relevante en este tipo de relaciones. La sobrevaloración
del otro u otra es otra de los rasgos identificativos de esta conducta anormal.
Esta idealización del compañero o compañera conlleva la intencionalidad de
alejarlo de los demás. El endiosamiento es consecuencia de la baja autoestima y
la infravaloración que el dependiente o dependienta emocional tiene de sí
mismo/a. Es muy difícil que las personas que padecen esta dependencia se
enamoren de alguien a quien no admiren o vean como superior de manera
irracional, en el sentido que, por lo general, esta apreciación del ser amado
se basa en pensamientos y creencias distorsionadas en relación a los méritos y
capacidades del mismo. En este sentido y recordando la lectura de “¿Amar o depender?”, de Walter Riso, podemos
considerar al dependiente emocional como un desaparecido.
La consecuencia más inmediata y
destructiva para la persona dependiente emocional es la de la conducta de
sumisión, extremadamente permisiva con cualquier comportamiento de la pareja,
lo que produce en demasiadas ocasiones relaciones abusivas y maltrato.
Asimismo, la dependencia afectiva a la pareja o al amante acaba por generar
gran sufrimiento y trastornos psicológicos muy serios, como la depresión.
Aunque cabe aquí señalar de manera inequívoca que la adicción afectiva es un
trastorno que se cura y, más importante aún, que puede prevenirse.