2014/07/09

Cómo identificar y tratar la agresividad infantil



El problema de la agresividad infantil es uno de los trastornos que más invalidan  a padres y maestros junto con la desobediencia. A menudo nos enfrentamos a niños agresivos,  manipuladores o rebeldes pero no sabemos muy bien cómo debemos actuar  con ellos o cómo podemos incidir en su conducta para llegar a cambiarla. En este artículo intentaremos definir los síntomas para una correcta evaluación de este trastorno  el carácter y establecer diferentes modos de tratamiento. 
Pero...
¿Qué entendemos por agresividad infantil?






La agresividad en los niños suele manifestarse de forma directa, tanto de forma física (empujones, patadas) como verbal (insultos, palabrotas. Pero también nos podemos encontrar con un comportamiento agresivo indirecto o desplazado, conforme al cual el niño agrede contra los objetos de una determinada persona. También pueden manifestarse con una forma de agresividad contenida que suele manifestarse a través de gestos y expresiones faciales de frustración.
Los arrebatos de agresividad son un rasgo normal en la infancia pero algunos niños persisten en su conducta agresiva y en su incapacidad para dominar su mal genio. Este tipo de niños hace que sus padres y maestros sufran, siendo frecuentemente niños frustrados que viven el rechazo de sus compañeros no pudiendo evitar su conducta.
¿Cómo deben actuar los padres?

Muchos padres tienden a aconsejar a sus hijos que devuelvan el golpe golpeando ellos mismos, pero tanto los orientadores como los profesionales de la psicología coinciden en que esa no debe ser la respuesta porque se acaba generando más violencia.
Desde su punto de vista, algunas de las pautas que deben seguirse son:
  • Tener una comunicación fluida con los hijos para explicarles que sus conductas agresivas tienen consecuencias negativas tanto para ellos mismos como para los otros niños.
  • Tratar de identificar los orígenes de su comportamiento para poder corregirlo lo antes posible: Observar conductas violentas en el hogar –tanto si son reales como si se trata de situaciones ficticias, por ejemplo, en películas, videojuegos, etc.-, vivir en un entorno familiar conflictivo o excesivamente competitivo, estar faltos de habilidades sociales o presentar problemas de comunicación pueden ser algunas de las razones que lleven a un niño a ser agresivo con sus semejantes.
  • Enseñar otros comportamientos alternativos: Los padres deben guiarle para que encuentre soluciones a la violencia como, por ejemplo, avisar al profesor y apostar por el diálogo. Lo ideal es poder reflexionarlo tomando como base situaciones ya vividas por el pequeño.
  • Reconocer y elogiar los comportamientos adecuados y no reforzar las conductas agresivas –bromeando sobre ello o comentándolo con familiares y amigos delante del niño-.
  • Adoptar medidas cuanto antes: La conducta agresiva no debe ser pasada por alto sin ser reprendida. También cabe la posibilidad de completar la regañina retirando al niño algunos privilegios –de forma proporcionada a la magnitud de su acto-.