En pareja no se pueden separar las cuestiones sexuales de las afectivas.
Difícilmente se disfrutará en la cama si en el trato cotidiano no hay buena
relación entre ambos.
Si hay diferencias o conflictos en la pareja, abórdenlos y resuélvanlos
antes de que les causen serios problemas, también sexuales.
Sorprenda a su pareja agradablemente y a menudo.
Acepte la negativa de su pareja a tener actividad sexual. No la fuerce a
ello si no es su deseo. ¡Otro día será!
No se exija, ni exija, obligaciones sexuales absolutas, como llegar siempre
al orgasmo o realizar prácticas sexuales excesivas e irreales.
Comunique sus deseos sexuales a su pareja y sea totalmente receptivo a los
de ella, pero si algo de lo que le proponen le desagrada no tenga miedo de
decirlo igualmente.
Comience siempre sus relaciones de una manera pausada. Incluso el acicalado
mutuo -conducta de cortejo más común entre los primates- tiene un fuerte
contenido erótico. Las caricias, los besos y toda forma de juegos cómplices son
esenciales para el disfrute sexual mutuo.
Abandónese durante la actividad sexual. La relación sexual entre dos
personas precisa de un aprendizaje, pero nunca debe tomarse como un proceso
mecánico de “teclas a tocar obligatoriamente”. Hay que saber perderse, olvidar
lo aprendido y dejar que los cuerpos fluyan y creen su propia relación.
No descuide a su pareja, acompáñela a lo largo de todo el encuentro sexual.
El coito no tiene por qué ser siempre el objetivo final de la actividad
sexual. El sexo no coital puede ser muy estimulante.
Vigile sus prejuicios. Seguramente disfrutará más si también se permite
explorar sus fronteras. Las prácticas sexuales pueden ser tan variadas como
ambos miembros de la pareja decidan libremente y de mutuo acuerdo, con las
limitaciones de la seguridad física y del mantenimiento de unas adecuadas
normas de higiene y salubridad
Cuidado con la rutina, gran enemigo de las relaciones sexuales en las
parejas estables. Asuma una actitud creativa, lúdica, tratando de que no sea
siempre la misma persona quien tome la iniciativa, variando los lugares,
cambiando el ritmo y la cadencia de las sesiones amorosas, aunque todo vaya
bien entre los dos.
No siempre hay que esperar a que nos llegue “la inspiración”. A veces no
estamos muy animados en iniciar la actividad sexual y progresando en ella,
acaba resultándonos especialmente placentera.
Sea tolerante consigo mismo y con su pareja si un día todo no sale bien,
tómeselo con sentido del humor. Todos tenemos altibajos. Seguro que en otra
ocasión resultará mejor.
Si tiene usted dificultades sexuales o su pareja, tenga claro que son problemas
de ambos y que de un modo u otro influyen en los dos, están en el mismo barco.
Ayudándole se ayudará usted mismo. Para resolver el trastorno, resulta muy útil
la comunicación entre ambos y contar con el apoyo de un experto sexólogo, si es
necesario.
No culpabilice a su pareja ni se culpabilice usted si tienen dificultades
sexuales. Ser positivo es la mitad de la resolución del problema; céntrese en
buscar soluciones y, si lo requiere busque ayuda profesional, en lugar de caer
en el círculo de las recriminaciones.
El placer sexual no tiene edad de jubilación.
Si cuida su salud y atiende sus auténticas necesidades nunca dejará de
disfrutarlo.
El sexo también tiene un sentido lúdico, permítase jugar. En el sentido
primigenio del juego como cuando somos niños, donde importa el proceso -estar
jugando- y no el producto -ganar- como ocurre demasiado en el mundo de los
adultos. El placer bien entendido es un juego, algo que disfrutamos sin estar
pendientes de ningún otro objetivo.
Las fantasías sexuales pueden ser un buen recurso para activar su
sexualidad. Permítase fantasear y, si tiene pareja, explore el posible disfrute
cómplice de elaborar fantasías compartidas con ella.
El sexo y la risa están muy unidos, cultive el sentido del humor, reír con
la pareja exalta el placer durante el juego sexual.
La complicidad íntima con humor refuerza el vínculo y aleja el fantasma de
las preocupaciones sexuales.